Israel de la Rosa
De amor enmarañado30/11/2022 Niña de ojos almibarados, chiquilla de caprichos verdes, de libros abiertos, de amor enmarañado, que el alma envuelves con sonrisas de tibio terciopelo, que te detienes traviesa en el saliente de una estrella y me provocas el trazo desgarrado de un verso.
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Y se desvanece, inesperado29/11/2022 La veo acunar un beso entre los brazos, y yo navego en dirección opuesta con vientos desgreñados. La veo mecer, entre vuelcos míos de corazón, una caricia inflamada en el pecho, y yo me alejo, arrastrado por la corriente que provoca la cordura. La veo bordar una sonrisa, la más hermosa, la sonrisa con que la luna se adormece en las noches frías, y yo, de puntillas, entre mieles y vértigos, vuelvo las últimas páginas. Y persiste, inesperado24/11/2022 Torpe de mí, ladrón sin valía, que me deslizo a hurtadillas en su alma para rebuscar, con trémulas manos de aprendiz, entre los pliegues de su anhelo. Torpe, infeliz de mí, que me enredo y quedo preso en los lazos tibios e infrangibles de su mirada, que me atan las gruesas cadenas de su antojo. Al abrigo de sombras, guiado por la luna, me adentro en su morada para robar sus espejos, desmañado ladrón, con la esperanza de que su reflejo permanezca atrapado en ellos como lo está en mi corazón. Y permanece, inesperado21/11/2022 Cuando la tarde baja suavemente los párpados y el sol se acurruca fatigado en la orilla del mar; cuando el murmullo soñoliento de la ciudad se desvanece y se marchitan las últimas luces, y la luna recién perfumada se desliza orgullosa en su frágil barquito de papel; cuando nace la noche, aparece ella envuelta en recuerdos y se eleva en empañados horizontes de tierno cristal, y dibuja sueños nuevos en este gastado lienzo de terciopelo azul. Tiene un verso rizado en los labios, y yo daría hoy una vida entera por oírla recitar. Y aparece, inesperado17/11/2022 Pobres de aquellos que caminan perdidos por senderos de piedra y arena, desprovistos de alba. Yo, que ningún mérito poseo, que en ninguna batalla resulté airoso, recorro el suave serpenteo que traza el capricho de un corazón, y en sus recodos de vértigo azul y caramelo recobro el aliento, y me balanceo en las sílabas de un diminutivo, en el vaivén de un diminutivo huérfano, y me abrigo, a tientas, en las rizadas y dulces promesas de su deseo. Archivos
Marzo 2024
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