Relatos breves de una vida
Un ángel23/8/2022 Un andén al mediodía, gente que va y viene, gente con prisa, transeúntes con cara de pocos amigos y algún despistado que no sabe muy bien adónde le llevará el próximo tren. Ella aparece de pronto, entre el tumulto, y yo dejo de lado el pensamiento. Lo normal, en estos casos, es contemplarla un momento, muy breve, y luego desviar la mirada para guardar las formas y conservar la entereza. Lo normal, digo, pero no lo que deseo. Lo que deseo es observar cómo camina entre los demás, sorteando de uno en uno a los desconocidos, flotando sobre sus pies con la suavidad de una pluma. A lo mejor es un ángel, o quizá he perdido la cordura. Tal vez, entre la gente, no hay nada, sino un hueco casual, el hueco que ella ocupa en mi imaginación. Me levanto y doy un paso al frente. Quiero cruzarme en su camino. Aspiro a rozar el aire que desplaza, si es que existe, si no es cosa de mi mente embotada. Aspiro, si no es mucho pedir, a deleitarme con su perfume, cualquiera que sea. Me coloco casi al borde del andén y allí espero a que ella tropiece conmigo. Pero no tropieza, ni cruza cerca siquiera. Ya no está. Ha vuelto a su lugar entre las musas. El tren, con su estruendo, irrumpe en la estación y todos nos empujamos por hacernos un hueco en el vagón. Mira tú por dónde, hoy encuentro un sitio libre en que sentarme. Estoy cansado y celebro interiormente haber tenido fortuna. Todo el día de un lado para otro, aquí y allá, venga a caminar y caminar... A mi lado, una joven abre un libro y se dispone a leer. La gente tiene mucha costumbre de leer en el transporte público porque... Es ella. Jesús, vaya susto. Y yo con las ideas en voz alta, qué vergüenza. Me está mirando. Bueno, a mí no, está mirando el gorro que me he puesto. Hoy hace mucho frío. Está sonriendo. Creo que le gusta el muñequito del dibujo. Ya no, ya no mira. Es prudente, no como yo. Y tan bonita... Podría decirle algo, lo que fuera. Claro, que todo el mundo lo escucharía. ¿Y si no me hace caso? ¿Y si la gente murmura? ¿Y si me saca la lengua? No es posible, el tren nunca llega tan pronto a la siguiente estación. Ha cerrado el libro, se baja en ésta. ¿Ya? ¿No volveré a verla? Debería despedirme. Debería decirle... --¿Cómo te llamas? No me ha oído. Tengo que alcanzarla. La bufanda, voy a cogerla por la bufanda para que no escape... Ese niño se está riendo, su madre lo ha reprendido. Se ríe porque me ha visto jugar con una mano en el aire.
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Epistolares (III) - Mercado5/8/2022 Estimada mía: Hoy salí a conocer la ciudad. Salí a caminarla, a respirar el aire de sus calles nuevas. Me detuve en el mercado, y allí me detuve. Fue el aroma amable de la fruta en los puestos, fue el atropello dulce de las conversaciones, la risa de un niño descamisado, el baile apresurado del tendero, de sus manos, el ir y venir de mis recuerdos desleídos entre las cajas de madera. Me atrapó el pasado, y allí quedé atrapado. Imagino, estimada mía, que tan solo transcurrió un minuto, que mi delirio no fue más que una brevedad melancólica, una broma fugaz de mi mente enredada, pero alguien atisbó mi naufragio y me arrojó un cabo, pero alguien, a pesar de mi tímida y fugitiva locura, atisbó el naufragio y me arrojó un cabo. Me arrojó una sonrisa, y a ella me aferré, y abrazado a ella quedé flotando en mitad del océano. Alcancé la orilla poco después. Desembarqué de mi fantasía. Regresé al hotel, a la habitación desnuda. Te escribiré. Archivos
Abril 2024
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