Relatos breves de una vida
Infiel12/1/2021 Contigo es nuevo. Las gotas de lluvia que me arroja este sol de ojos azules no me impiden contemplar tu ventana. No tengo intención de parpadear. Miraré tu ventana hasta caer desfallecido. Creo que son cinco los días que llevo de pie junto al buzón, bajo este sol llorón de ojos azules. Cinco los días, o quizá más, y cinco las veces que he compartido contigo la locura, o quizá más. Cuánto anhelo el temblor de las cortinas, la sombra y el carmín de tus manos en el cristal, el revuelo de tu blusa entornada. No tengo intención de parpadear. Miraré tu ventana hasta caer malherido. Contigo, ya lo sabes, es nuevo. Las gotas de lluvia que golpean el cristal no logran distraerme de ti. Sé que estás abajo, de pie junto al buzón que ayer alimentaron mis cartas. Pesa tanto en mis brazos el reproche que apenas puedo huir de esta cama. No alcanzo desde aquí a ver tu sonrisa, que ayer alimentó el latido tenue de mi corazón y convirtió mi aliento enfermo en un rugido. Son cinco o quizá más los días que tiene mi vida, y son cinco las veces que he caminado descalza contigo el lienzo de las pinturas, o quizá más. No tengo intención de dormir. Ocuparé las noches con el eco de tus manos hasta rendir tu recuerdo. Oigo pasos, pero no eres tú. Contigo, hoy estoy seguro, es nuevo. La lluvia que parpadea entre las luces del día moribundo no consigue alejar el temor con su belleza. Quiero ser fuerte para ignorar el fuego, para ignorar el metal frío que me acaricia el pecho como una seda maldita. No sé llorar. Sólo puedo contemplarte dormida en la cama y fingir que hoy nos conocimos. Cinco días me estrangula ya la sospecha, o quizá más, y cinco son ya los días que he vivido sin vida, o quizá más. No tengo intención de despertarte. Seré sigiloso en mi tortura para no perturbar tu descanso. Te besaré en la frente y, después, caeré malherido a los pies de tu cama. Sigilosamente malherido.
0 Comentarios
A quien yo quiero19/10/2020 Quien yo persigo, por quien las yemas de estas torpes manos se tiñen de tinta azul cada mañana, por quien este torpe y descompasado corazón late febril; quien yo anhelo empeñado, por quien los últimos fragmentos de cordura marcharon sin portar equipaje, por quien este débil y melancólico suspiro se rasga, día tras día, con achaques moribundos. Quien yo quiero, a quien yo quiero. A ella, que adorna su desprecio con destellos suaves de luna. El mundo gira, y con él giran también mi deseo y mi desdicha. El mundo gira, con su dolor, su gente y sus vientos, y con él, muertos de miedo, mi deseo y mi desdicha. El mundo gira, vertiginoso y fugaz, alegre y descarado, ruidoso y encabritado, y con él, atrapados en su corriente, giran también, avergonzados, muertos de miedo, mi deseo y mi desdicha. Quien yo quiero, a quien yo quiero. Por quien esta vida de esperanzas, gota a gota, se desangra. A ella, que adorna su castigo con el castigo de su silencio. Y con destellos suaves de luna. En un sueño14/7/2020 Ayer soñé contigo. Te vi al doblar una esquina, mientras paseaba. En los sueños, ya lo sabes, los escenarios se entremezclan: caminaba por mi barrio con las manos en los bolsillos de un pantalón oscuro, cabizbajo, y, al cruzar la calle, sin mirar, me topé con los setos de tu jardín. Consciente de la irrealidad, avancé despacio por la acera y aspiré tu perfume. Te vi al doblar aquella esquina; me aguardabas con esa paciencia que tanto desconcierta. Estabas sentada en el borde de una cama desconocida, en un dormitorio extraño. Ayer soñé contigo, soñé que la ciudad callaba un instante, que el viento abría los labios y me empujaba con un soplo a esa cama desconocida. Estabas tan hermosa... Un hombre se interpuso entre nosotros y deseé gritarle que se fuera, que no rasgara nuestra intimidad, pero tú cerraste mis labios con un dedo que sabía a caramelo y pediste al hombre que trajera champán. El dormitorio extraño era el salón de un restaurante vacío, amenazante, un salón espacioso sin más mesas que la nuestra, sin más sillas que la tuya. Permanecí de pie, mirándote. El hombre se había marchado, aunque enseguida surgió de la nada y sirvió el champán. Tiene gracia, solo bebo champán en los sueños. Alcé la copa y me la llevé a los labios, pero no era la copa sino tus dedos. Los besé, bebí el caramelo. Ayer te hallé en un sueño y abracé tu cuerpo con tanta fuerza que pude sentir el dolor de la ausencia. Cuánto me enferma saber que solo fue un sueño. Te prometí lealtad, sometimiento, entrega... Te juré una eternidad que únicamente tiene cabida en la fantasía onírica de las noches. Se lo juré a tus ojos, que ya no eran tuyos, sino del hombre que servía el champán en unas copas de papel. Estabas bailando en el centro del salón sin mesas, y la espuma de las olas te acariciaba los pies desnudos. Celoso, arrebatado, te tomé en brazos y te aparté de la orilla, de ese océano envidioso que es el mundo, y te saqué de allí con prisas. En la calle no había calle, ni noche, y en mis brazos no había nada. Tú estabas al otro lado de un río, agitando la mano en el aire, despidiendo el sueño. Estabas apoyada en la baranda de tu terraza, o en la cubierta de un barco, o en el balcón de un hotel, sonriendo. Ahora me doy cuenta de que te quise, y cuánto me enferma saber que he perdido mi vida en un sueño, en un sueño que soñé ayer. Calle vieja27/4/2020 Una vez, oí decir que la calle respira, que se duele, como nosotros, del frío y de los ruidos. Me pregunto si la calle sabrá algo de ella, si al verla pasar se inquieta, como yo. Me pregunto si la calle sabrá cosas de ella, si al recordarla caminando, como yo, se agita en el sueño. Me pregunto si la calle se siente sola, o si ahora, sólo ahora, no encuentra motivos para sonreírme. Calle vieja, que envidio tu abandono. Hoy no pude dormir y salí a recorrerte desde la ventana. Calle vieja, que me dueles. Hoy no pude soñar con ella y salí contigo a imaginarla. Calle vieja, que me conmueve tu descuido. Hoy no pude vivir sin ella y corrí a llorar en tu acera, y corrí a pedirte abrigo. Una vez, oí decir que la calle esconde un secreto, que tiene uno, como nosotros, y lo protege del frío y de los ruidos. Me pregunto si la calle sabrá cuánto hiere el tiempo, me pregunto si sabrá cuánto debilita la espera, y si ese secreto suyo, como a mí, le agrieta las manos de tanto ocultarlo. Me pregunto si la calle sabrá dónde nace el anhelo y en qué esquina muere, me pregunto si sabrá cuánto atormenta dar aliento y cariño a ese afán egoísta, me pregunto si sabrá cuánto, como a mí, puede llegar a consumir la vida. No sé si la calle se siente sola, o si ahora, sólo ahora, no encuentra una razón para sonreírme. Calle vieja, que codicio tu abandono. Hoy no logré dormir y salí a caminarte desde la ventana. Calle vieja, que me haces daño. Hoy no logré hallarla en ningún sueño y salí contigo a evocar su figura. Calle vieja, que me emociona tu olvido. Hoy no logré vivir sin ella y corrí a llorar en tus brazos, y corrí a pedirte abrigo. Calle vieja, que me guardas del miedo. Indiferencia21/4/2020 Se ríe de mí. La miro, le acaricio las mejillas con un soplo y camino sus párpados con un dedo que tiembla de miedo, y ella, entonces, se ríe de mí. Su desdén ciego es un desmayo gris que me va y viene por el cuerpo dejando un rastro de aliento pobre, un recorrido amargo y tambaleante que araña la sangre y traza un surco frío entre los huesos. Una espina verde atravesada en la garganta, un relámpago de hielo alojado en el corazón. La quiero, pero el calor de mi entusiasmo desfallece, con cada golpe de mar, en la orilla desnuda de su indiferencia. Me ahogo al toparme con sus ojos inquietos, me ahogo mil veces al toparme con el deseo de abarcar su pensamiento, tan ensortijado. Ella es terciopelo afrutado, es aroma de azúcar mudado en cristal oscuro, es un amanecer tibio en mitad del invierno, es la promesa de un beso fugaz detrás de las cortinas, es mi locura mudada en cristal oscuro. Es, si sonríe, toda una vida. Se burla de mí. Su descaro de niña impaciente está jugando con los jirones de mi calma. La divierte mi naufragio. La miro, le estremezco el cabello con un soplo y camino su pecho con un dedo que tiembla de pánico, y ella, entonces, se burla de mí. La miro, le desbarato los nudos de su vestido con un soplo y camino su vientre con un dedo que tiembla de terror, y ella, entonces, se burla de mí. La miro, y ella, que hoy lo significa todo, que a un tiempo es llanto y primavera, se ríe de mí. Y yo desfallezco, con cada golpe de mar, en la orilla desnuda de su indiferencia. La joven de verde18/3/2020 Apareció de pronto, de entre un revuelo de risas y aromas de primavera, y cogió prestado un corazón. El mío, que ahora late de puntillas, temeroso. Apareció de pronto, de entre un revuelo de recuerdos quebrados y aromas de viejas canciones, y cogió prestado un corazón. El mío, que ahora late de puntillas por ella, muerto de miedo. Apareció, de pronto, y dibujó nubes nuevas en un cielo nuevo. Y dibujó una vida nueva. La joven de verde traza un camino en la arena. Con cada uno de sus pasos, el futuro se deshoja. La joven de verde acaricia con los dedos las agujas del reloj, las detiene y las empuja, las sumerge en el estanque y las arroja después al vacío, y el futuro se deshoja. Mi futuro, que ahora late de puntillas, temeroso. La joven de verde traza un sendero en la arena. Con cada una de sus sonrisas, el pasado se enturbia. Acaricia con los dedos el llanto de un niño, lo consuela y lo acuna, lo sumerge en su quietud y lo envuelve después con sus besos, y el pasado se enturbia. Mi pasado, que ahora languidece atrapado en una bruma densa y gris. Y yo, muerto de miedo. Si pudiera, que no puedo, correría hacia el abismo. Si pudiera, embarcaría mis sueños en el antojo de un invierno de hielo y nieves frías, pero no puedo. Si pudiera, si quisiera, pero no quiero. Apareció de repente, de entre un revuelo de esperanza y aromas de medianoche, y cogió prestado un corazón. El mío, que ahora late descalzo y de puntillas, sonrojado. Apareció de repente, de entre un revuelo de ternuras marchitas y aromas de viejos cafés, y cogió prestado un corazón. El mío, que ahora late descalzo y de puntillas por ella, muerto de miedo. Apareció, de repente, y escribió versos nuevos en un mañana nuevo. Y escribió, para mí, una vida nueva. Si pudiera, que no puedo, navegaría hacia el más terrible de los abismos. Si pudiera, embarcaría mi ilusión en el antojo de un infierno de fuego y cristales rotos, pero no puedo. Si pudiera, si quisiera, pero no quiero. La joven de verde, con cada uno de sus pasos, desgarra el lienzo viejo de otras vidas y traza un camino en mi arena. Y yo, muerto de miedo. Un sueño por contar9/3/2020 Esta mañana, como ayer, hemos vuelto a estar juntos. Desplazarse en metro por la ciudad resulta incómodo. Demasiada gente, demasiada prisa. Apenas puedo situarme a tu lado para llenarme de perfume. Cuando hablas, apenas puedo escucharte. Cuando sonríes, apenas puedo contagiarme. Demasiada gente, demasiada prisa. Los empujones me hacen daño, porque me apartan de ti. Tú pareces más acostumbrada que yo al gentío; a mí me cuesta. El vaivén de los vagones me desmenuza el gesto, ése que tengo postizo para desdeñar los miedos. Sujetarte una mirada también me desmenuza. Esta mañana, como ayer, hemos vuelto a estar juntos, y hoy, como ayer, he vuelto a silenciarte mi secreto, he vuelto a no confesarte mi sueño. Tengo frío en el vagón del metro, tengo frío en los pasillos fríos. Intento caminar cerca de ti pero me empujan y me apartan. Demasiada gente, demasiada prisa. Revelarte mi sueño en medio de esa multitud, con tanto ruido, quizá no serviría. Imposible sería que las palabras no se perdiesen, imposible no atropellarlas. Demasiada gente, demasiada prisa. Revelarte mi sueño, allí, en mitad del vaivén, en medio del frío, quizá no serviría. He soñado que por fin hacíamos ese viaje a la nieve, y que tú eras feliz. He soñado que recorríamos a pie la montaña, que fotografiabas una ardilla, que yo dibujaba tus ojos en un papel, y que tú eras feliz. He soñado que la lluvia te empapaba el cabello, que me abrazabas al escuchar los truenos de la tormenta, que te reías de tus propios temores de niña, y que eras feliz. He soñado contigo, con nosotros, con tus amigos, con tus pies desnudos en la hierba, con un café a medianoche en tu lugar preferido, con tu ventana abierta, con tus libros bajo mi brazo, con un sol de abril reflejado en tus labios, con agua de playa en tus manos, con luna de verano en tus mejillas, contigo. He soñado que amanecía para nosotros, y que tú eras feliz. Esta mañana, como ayer, demasiada gente, demasiada prisa. Si me animo, si mañana encuentro fuerza y valor en los bolsillos, interrumpiré tu conversación y te preguntaré por ti. Si mañana encuentro fuerzas, preguntaré tu nombre. La hora de su salida25/2/2020 Se sienta y aguarda una tarde entera a que llegue el momento de verlo. El cielo la amenaza con lluvia, la amenaza con aguarle su fiesta breve de emociones, pero ella ignora las nubes de algodón inflado igual que ignora siempre los consejos de su abuela. Que el amor hace daño es algo que ya intuye; no necesita que nadie le repique en los oídos. También hace daño estar sola. Se sienta y aguarda una jornada entera a que llegue el instante. Se sienta en el borde de la acera, encogida, hecha un ovillo de deseos y de nervios, se sienta y dibuja en el cristal de sus ojos un beso. Y llora, qué boba. Llora porque el beso nunca llega, llora y se pone perdida de llanto. -Estás mojándote, niña –le dice un hombre-. ¿No ves que llueve? No responde, se enfurruña. Ni ve que llueve ni quiere verlo. No necesita que nadie... -...me repique en los oídos. -¿Qué dices? -Nada. Se encoge, ahora de frío, pero no se viste la chaqueta. Ella sabe que con la blusa luce más hermosa. Se lo ha dicho esa mañana el espejo. La chaqueta está en el suelo, hecha un nudo. La trajo por no escuchar a su abuela. Los mayores creen saberlo todo, que si abrígate que luego duele la garganta, que si ay si yo hubiese tenido tus oportunidades, que si el corazón se rompe sólo de mirarlo... Que se rompa. A ella le importa un pimiento. Ella lo que anhela es que llegue la noche para verlo salir del trabajo y ahogarse enamorada de pena. Se sienta cada día en la acera con ese fin, y lo demás puede esperar. Lo demás es secundario, como dice su padre. Sólo que su padre no habla de amor, sino de otras cosas. Se sienta cada día y aguarda una vida entera por verlo salir, por verlo un segundo y poder morirse en él de alegría. Cuando llega la magia, cuando la noche le regala el momento, la niña se muerde el miedo y aprieta los puños. El desmayo la tambalea mientras contempla al muchacho ajustarse el abrigo y despedirse en la calle de su jefe. Ella lo mira con fijeza, lo retiene en las pupilas con fuerza para llevárselo consigo a la almohada, cada gesto de él, cada suspiro. Si hay suerte esa noche, el chico cruzará con ella una mirada casual y la niña creerá que le arde el pecho, y la locura de una esperanza clandestina se le grabará a fuego en las mejillas. Y, si no hay suerte, si no la mira esa noche... -Si no hay suerte, se pinta –murmura la chiquilla. Es lo que siempre le repica su abuela en los oídos. Archivos
Marzo 2024
Categorías
Todos
|