Relatos breves de una vida
El hombre perseguido por su sordera10/7/2019 Tocaba a su puerta, implacablemente puntual. La sombra de sus zapatos se colaba por la rendija y se arrastraba por el suelo mugriento hasta su mesa, como una serpiente testaruda. Tocaba su sordera a su puerta, empedernidamente puntual. -¿Quién es? -preguntaba retóricamente el hombre, temblando de miedo. -Tu sordera. -¿Quién? -preguntaba más retóricamente aún. -Tu puñetera sordera. Al hombre lo fascinaban los fuegos artificiales. Odiaba las fiestas, pero en las fiestas había fuegos, y así acababa odiándolas menos. Lo fascinaban las mujeres desnudas. Odiaba los burdeles, pero en los burdeles había senos desnudos, y así acababa odiándolos menos. -Abre la puerta. -No. Tengo miedo -decía, retóricamente, y temblaba. Al hombre lo fascinaban las pinturas, los paisajes de caza con perros y caballos, los cestos preñados de manzanas rojas. Odiaba los museos, pero en los museos había centenares de óleos y acuarelas, y así acababa odiándolos menos. Lo fascinaban los buques mercantes. Odiaba los puertos, infectados de borrachos y gaviotas burlonas, pero en los puertos había mercantes, y así acababa odiándolos menos. Tocaba su sordera a su puerta, inhumanamente puntual. La sombra espesa de sus garras se colaba por la rendija y se arrastraba por las paredes desempapeladas hasta su cama, como una terca serpiente. Tocaba su sordera a su puerta, y el estruendo intermitente le encogía el alma. -¿Quién es? - preguntaba retóricamente el hombre, estremecido. -Tu sordera. -¿Quién? -preguntaba más estremecido aún. -Tu maldita sordera. Al hombre lo fascinaba la música que brotaba del clarinete, las notas amargas y desnudas que arrojaba con exquisita dulzura el piano. Odiaba el mundo que lo rodeaba, pero en el mundo había hermosas melodías, y así acababa odiándolo menos. -Abre la puerta. -No, que me arrebatas la vida, y sin la vida ya no podría quedarme nada. Tocaba a su puerta, sañudamente puntual.
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